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OTRO CUENTO

Lunes 2 de junio de 2022


Ya se los dije en un previo ''post.'' Escribo. Obsesivamente. Delirantemente. A todas horas. Entré al periodismo porque no me podía ganar la vida escibiendo cuentos, que era mi sueño de juventud. No soy de esos periodistas que dicen que el periodismo es un sacerdocio. Yo jamás pudiera ser un sacerdote. No tengo esa voluntad de sacrificio. Además, jamas podría estar escuchando con pacienciay bondad las confesiones de los hipócritas y mentirosos que abundan en este mundo. Me costaría mucho trabajo perdonarlos. Mi inclinación sería insultarlos, echarlos de la iglesia. No. No me comparen el periodismo con el sacerdocio. Se supone que los sacerdotes hacen votos de pobreza y castidad. Y yo no estoy hecho para la pobreza ni mucho menos la castidad. Respeto el rigor y la ética del periodismo. He tratatado siempre de hacerlo lo mejor posible. Y no me quejo. No me ha ido mal. Me ha permitido ganarme la vida decorosamente. Me ha permitido viajar el mundo. Pero, no. El periodismo no fue mi primera opción. Lo mío, lo que me apasiona, lo que me arrastra, es escribir. Y hacerlo delirantemente, como Kafka, aunque, por supuesto, no tan bien. Sea como fuere, he aquí otro cuento que saqué de un cajón lleno de papeles viejos: SE MURIO PEPE MENDOZA 16 DE ENERO DE 2013

Se murió Pepe Mendoza. Sufrió un ataque cardíaco masivo. Me lo cuenta mi mujer cuando llego a casa del trabajo. Está consternada. Yo a primer instante no me acuerdo de quien es Pepe Mendoza. Pero mi mujer me dice que Alicita está destruida. Y me doy cuenta que Pepe es el hermano de Alicita, una de las mejores amigas de mi mujer cuando vivíamos en Boston. El velorio de Pepe será está noche en una funeraria cubana que está en la Le Jeune Road. “Tenemos que ir,” me dice mi mujer. En realidad, yo no veo porque tengo que ir, porque la verdad es que no tenía mucha amistad con Pepe. Pero le digo que, claro, iremos. Los velorios cubanos son una suerte de reuniones sociales. Y de seguro habrá en el velorio de Pepe mucha gente de Boston que ahora vive en Miami y otros que vendrán de allá y que no veo desde hace tiempo. Llegamos a la funeraria. Vine con mi mujer y mi suegra. Hay un centenar de personas en el vestíbulo frente al salón donde está tendido el cadáver de Pepe. Algunos están vestidos correctamente, a mi parecer. Los hombres de traje, con corbata. Las mujeres con vestidos oscuros. Pero hay mucha más gente en mangas de camisa, jeans, algunos hasta en camiseta. Un par de mujeres están en shorts. A mi me molesta mucho que la gente vaya a un velorio vestida de forma casual. Me parece que es una falta de respeto al muerto y a la misma muerte, que es mucho peor. Pero, bueno. Esto es Miami, mi hermano. La revolución (yo escribo esa nefasta palabra en minúscula) acabó con las buenas costumbres en Cuba y también en este lado del Estrecho de la Florida. Me encuentro con mucha de esa gente que no veía desde hace tiempo. Ahí está Calzadilla, con Marcela, su esposa peruana, que, como siempre, está con unas enormes gafas de sol. “¿Viste como se puso ese pobre muchacho? Parece un zepelín,” me dice Calzadilla. “Que pena, tan guapo que era y está deforme,” dice Marcela. Llega Berta, con una blusa morada. Le dice a mi suegra, “Ay, que horror, pobrecito Pepe. Es una mole, es el Globo de Cantoya.” Sale Alicita del salon donde está tendido el cadáver. Se abraza a mi mujer y a mi suegra. Lloran. “¿Lo vieron ya? Pobrecito mi hermano. Yo sabía que no podía seguir así, comiendo y engordando tanto”. Pasamos a ver el cadáver. Hay muchas coronas de flores, que prácticamente rodean el féretro más grande que he visto en mi vida.. Es descomunal. Igual que el cadáver. Hacía años que no veía a Pepe. De joven era un tipo fornido, bien parecido. Pero se convirtió en una mole, como dijo Berta.. El cadáver en el ataúd tiene que pesar 500 o 600 libras. Tal vez más. Mi suegra, gime. “Dios mío, ¿que le pasó a ese muchacho?” Mi mujer casi grita, “¡Se reventó el pobre Pepe! Le estalló el corazón.” Yo callo. No entiendo como es que una persona puede llegar a ese tamaño. Me comienzo a hacer preguntas. ¿De donde sacaron un ataúd tan grande? ¿Hubo que pedirlo a algún lugar especial? ¿Cómo es que de un momento a otro se consigue un ataúd para una persona tan grande como Pepe? ¿Cómo es que transportaron el cadáver? ¿Qué van a hacer mañana en el entierro? ¿Cómo cargan el féretro? ¿Qué le pasó a Pepe? ¿Qué le hizo llegar a ese peso?


Me quedo en la funeraria un par de horas más. Me presentan a la hija y la ex esposa de Pepe. Pepe era divorciado. Pero su ex mujer llora amargamente. La hija, una adolescente, se controla. Ambas visten de negro. Lo correcto. Me alegro de eso, por Pepe. Le digo a mi mujer que me quiero ir. Ella y mi suegra deciden quedarse. Alguien las llevará a casa. Al salir escucho a mi suegra decirle a Marcela que a Berta le quedan muy mal los dientes postizos que se mandó a hacer. Dice que no le caben en la boca.

Abajo pueden compartir este articulo.


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