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LA PEQUEÑA MOSCÚ DE MIAMI

Jueves 24 de marzo, 2022 Hace unos días leí en la prensa sobre un delirante discurso de Vladimir Putin. El dictador del Kremlin arremetió contra los rusos que no están de acuerdo con la invasión de Ucrania. Dijo que los auténticos patriotas rusos tenían que ´´escupir de sus bocas al pavimento a los traidores y la escoria, como si fueran insectos.´´ Me hizo pensar aquello que quizás en Rusia hay insectos voladores que se le meten en la boca a las personas cuando caminan por las calles o hasta cuando están en sus propias casas. O que tal vez Putin se refería a que hay rusos que duermen con la boca abierta y las hormigas, moscas y arañas aprovechan para metérseles dentro. No entendí bien el insulto de Putin. Yo he estado en Rusia en más de una ocasión y no recuerdo ver personas escupiendo insectos. Es más, si mal no recuerdo, no tengo memoria de ver a los rusos escupiendo en el piso o las aceras. Más bien, una de las cosas que me impresionó de Moscú es que los rusos tienen muy buenos modales. Quizás como Putin escupe tantas mentiras, se cree que sus compatriotas también son dados a escupir. En su perorata, Putin habló muy mal de los rusos de la diáspora que según él ´´no pueden vivir sin foie gras, ostiones ni libertad de género.´´ Se refirió Putin específicamente a los rusos que tienen propiedades en la Riviera Francesa y Miami. Me despertó la curiosidad aquello. No soy fanático del foie gras y no voy a abordar el espinoso tema de la libertad de género. Pero caramba, Rusia tiene un excelente caviar. Los ostiones a que se refirió Putin tienen que ser espectaculares si hay rusos en la Riviera Francesa y en Miami que están tan convencidos de que son mejores que el caviar de su país natal y que no pueden vivir sin ellos. Se me metió entre ceja y ceja ir a probar esos ostiones, y como mi presupuesto no aguanta el costo de un viaje a la Riviera Francesa, decidí cruzar la Bahía Biscayne y visitar La Pequeña Moscú de Miami.

La Pequeña Moscú de Miami está en Sunny Isles Beach, una pequeña ciudad al norte de Miami Beach. Sunny Isles Beach tiene poco más de 22 mil 300 residentes, de los cuales unos mil 200 son nacidos en Rusia.


Yo recuerdo a Sunny Isles antes de que le agregaran el ´´Beach´´ al nombre y se le llegara a conocer como La Pequeña Moscú. Cuando vivía en el norte de Estados Unidos y venía de vacaciones al Sur de Florida me hospedé allí en un motel no muy de lujo que se llamaba el Aztec. En aquellos lejanos tiempos de turismo barato mío, Sunny Isles, luego Sunny Isles Beach, consistía de varias cuadras -una milla y media- en la Avenida Collins repletas de moteles como mi buen recordado Aztec. Pero probablemente no hay un lugar en el mundo que cambie más con los tiempos que el sur de Florida. Y primero poco a poco y luego con la rapidez de un tren bala, los moteles fueron derribados y en su lugar se levantaron rascacielos con enormes condominios de lujo. La gente adinerada del mundo entero comenzó a invertir en los bienes raíces de Sunny Isles Beach. Y después del colapso de la Unión Soviética en 1991 y el surgimiento de una clase rica en Rusia, comenzaron a llegar los rusos.


Y lo repito, son poco más de mil rusos los que viven en Sunny Isles Beach. No parece tanto. Pero dicen por estos lares que esa es la comunidad rusa extramuros más grande que hay en Estados Unidos. Yo, personalmente, lo dudo. En Brighton Beach, Brooklyn, en Cleveland, en Connecticut y en Chicago, hay enormes comunidades rusas. Pero sea como fuere, la llegada de nuevos ricos rusos a Sunny Isles Beach inevitablemente hizo que a alguien se le ocurriera apodar de Pequeña Moscú a ese carísimo pedacito de playa. Les cuento que la pasé muy bien en mi ´´day trip´´ a La Pequeña Moscú, que no se parece en nada a la capital rusa que conocí hace años. Pienso que las cúpulas del Kremlin, sobre todo la Catedral de San Basilio, tienen una estética extraordinaria, inigualable, pero son impresionantes los rascacielos de Sunny Isles Beach. Me impresionó mucho también que los conductores -que me imagino no todos son rusos- obedecen las reglas de tránsito con más disciplina y cortesía de lo que se ve en el resto del sur de Florida. Fue casi un shock para mi ver que había conductores que usaban las señales direccionales para cambiarse de carril o doblar por una esquina. Y que cedían el paso, y daban las gracias si les cedían el paso a ellos. Noté que a los residentes de Sunny Isles Beach obviamente les gusta la cocina internacional. Vi restaurantes de la cocina cubana, argentina, peruana, brasileña. Pero yo en realidad estaba en busca del ambiente ruso, quería adentrarme en la mítica Pequeña Moscú. Encontré esto al estacionar mi vehículo y caminar un poco. Abundan los peatones en Sunny Isles Beach y vi mucha gente que me lucía de aspecto eslavo y que hablaba en lo que me sonaba como ruso. Por cierto, me encantó eso. Nunca he entendido a la gente en este país que se enoja cuando escucha un idioma que no es el inglés y hasta se atreve a insultar a quienes están hablando en la lengua extranjera. Yo no me meto a escuchar conversaciones ajenas en ningún idioma. Y si voy a visitar un lugar apodado La Pequeña Moscú la verdad es que me gusta escuchar que la gente hable en lo que me suena a mi como ruso, aunque confieso que solo sé unas tres palabras en ese idioma. Quizás algunas de las personas que yo escuchaba hablar en las calles de La Pequeña Moscú en realidad estaban hablando en ucraniano, bielorruso o polaco. Pero prefiero pensar que hablaban en ruso. Vi muchas mujeres atractivas y de indiscutible porte elegante, aunque la mayoría vestía ropa informal de playa. Vi muchos perros pequeños de raza, sobre todo French Bulldogs, que se han convertido en una de las razas de canes más populares de estos tiempos.

Entré a un par de mercados de comestibles rusos. Encontré una amplia variedad de alimentos y golosinas rusas y de otros países de Europa Oriental. En una de los mercados, compre jamón de Moscú, que es una delicia. Me pareció razonable el precio de solo $9.95 la libra. Compré también un delicioso pan blanco ruso, que me costo $3.00. Las empleadas que me atendieron en este mercado no hablaban inglés. Se dirigieron a mi en ruso, y como no nos entendíamos hablando, nos arreglamos haciéndonos señales. Los nombres, que tenían puestos en sus uniformes parecían sacados de una novela de Tolstoi o Pasternak: Svetlana, Oksana, Larissa. Me cayeron muy bien Okasana, Svetlana y Larissa. Fui a otro mercado ruso y allí compré compré un pomo de una deliciosa salsa picante rusa y un salchichón importado de Polonia. Me sorprendió lo barato de los precios. Y, al igual que en el primer mercado al que entré, me agradó el trato amable de los empleados y la gente que estaba comprando en este otro mercado.

No tengo idea de como piensa la mayoría de los poco más de mil rusos que viven en Sunny Isles Beach. Prefiero pensar que, ya que Putin habló tan mal de ellos, no están de acuerdo con la invasión de Ucrania. Por cierto, Putin no quiere mucho a la Florida. No le tiene cariño a los rusos que viven acá ni a ninguno de nosotros que estamos afincados en el Sunshine State. Hace cuatro años, cuando el dictador del Kremlin hizo alarde de que Rusia había desarrollado unos misiles hipersónicos que podían llegar a Estados Unidos sin poder ser detectados ni interceptados, mostró un video animado en que nos llovían cohetes a los floridanos. El video está en You Tube, para quienes le interese. Por último, les informó que vi una amplia selección de caviar ruso en los dos mercados en que estuve. Pero no vi ostiones. Me han quedado las ganas de probar los ostiones que supuestamente le gustan tanto a los rusos de la Riviera Francesa y la zona metropolitana de Miami y que tanto le molestan a Putin.


Abajo pueden compartir este articulo.


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