CONFESIONES DESDE LA CELDA DE UN MONJE EN EL SUR DE FLORIDA
Updated: Feb 9, 2022
Escrito en la tarde del miércoles 8 de abril del 2020.
Cada día se ve más desordenada mi barba. Es obvio el descuido que sufre. Pienso que pasarán semanas antes de que pueda regresar al estilista que cuida de mi barba. Se llama David Uribe y es un colombiano genial que es dueño de la Prestigious Barbershop and Spa en Coral Gables. Me preocupa la suerte que correrán David, su pequeño negocio y sus empleados. David es uno de esos pequeños empresarios que logró levantar un prospero negocio antes de que la pandemia forzara a las autoridades del Condado Miami Dade a ordenar la suspensión de las actividades comerciales consideradas no esenciales. Ojalá que David pueda abrir de nuevo las puertas de su barbería cuando se comience a regresar a la normalidad.
Ya me enteré que otro de mis sitios favoritos en Coral Gables cerrará para siempre, el #JohnMartin´s Irish Pub Lo más trágico de esta crisis sanitaria y económica que estamos viviendo es, por supuesto,
el daño a la salud y la muerte de tanta gente y los despidos masivos que en especial afectan a tantas personas en nuestro país que venían viviendo de pago a pago. Pero duele mucho también el cierre de tantos negocios pequeños. Duele por los dueños y los empleados de esos pequeños negocios y también por quienes somos sus clientes. A mi me cuesta trabajo pensar que jamás podré disfrutar de otra cerveza Guinnes o de deleitarme de un plato de corned beef and cabbage en JohnMartin´s, que como todo buen pub irlandés tenía un simple pero excelente menú.
El corned beef and cabbage en realidad no es un plato típico de Irlanda, donde no goza de gran popularidad. Fue inventado acá en Estados Unidos por emigrantes irlandeses. A diferencia de Dublin o Wexford o cualquier otra ciudad o pueblo en Irlanda, hay pocos pubs irlandeses en Estados Unidos donde el menú no incluya corned beef and cabbage. En JohnMartin´s era delicioso el corned beef and cabbage. La pandemia y la crisis económica me robaron para siempre uno de mis pequeños placeres.
Pero regreso a mi pobre descuidada barba. Yo nunca pude dejarme crecer la barba hasta hace un par de años. En mi adolescencia, veía las barbas como símbolo de la nefasta ideología que me robó mi país natal, Cuba. A mi nunca me cayeron bien aquellos barbudos que bajaron de la Sierra Maestra con medallitas religiosas en el cuello, hablando de elecciones y libertad y de inmediato comenzaron a fusilar y reprimir. Yo era apenas un niño, pero juré que jamás me dejaría crecer una barba. Luego, en mi adolescencia, decidí que aquel juramento infantil era absurdo e inútil y chocaba con mi pasión por la poesía de Walt Whitman, que adornaba su rostro con una frondosa barba. Pero en eso entré en el servicio militar, donde era obligatorio afeitarse, y más tarde y por largo tiempo los requisitos de mi vida laboral, sobre todo mi trabajo como reportero de televisión, me impidieron dejarme crecer la barba. Finalmente, hace un par de años en un mismo día dejé de salir en televisión y dejé de afeitarme. Y así creció mi barba, lentamente al principio, pero repentinamente con tanta prisa y desorden que comencé a recibir regaños de familiares, amistades, compañeros de trabajo y hasta desconocidos que me decían que parecía un erizo, un hombre lobo, o el yeti. Ante tanta presión, acudí a David Uribe, un mago de las tijeras que le dio un ´´look´´ más estilizado a mi barba. Pero ahora intervinieron la pandemia y el cierre de la barbería de David y yo no tengo la menor idea de como cuidar una barba que no pienso afeitarme, después de tantos años de espera.

Esta mañana, una amiga criticona que vio una nueva foto mía en Instagram se inventó lo que creía era un nuevo insulto contra mi barba y mi auto- estima. Me dijo que me estoy pareciendo a Rasputin, a quien describió como un monje loco ruso. Le expliqué a mi amiga que en realidad Rasputin nunca fue un monje. Era un místico, sí, que tuvo enorme poder sobre la última familia zarista rusa, pero nunca fue un monje. Ella me dijo que eso no venía al caso e insistió en que parezco un monje loco. Yo decidí callar. Estoy acostumbrado a los regaños, sobre todo de las mujeres. Era una pelea perdida.
Pero me quedé pensando. No entendía porque mi amiga, si me iba a comparar con un ruso de barba desordenada no me dijo que me parezco a Aleksandr Solzhenitsyn, que es una figura admirable. La llamé y le pregunté y ella insistió en que es a Rasputín a quien me asemejo volviendo a definirlo erróneamente como un monje loco. Yo le dije que de seguro era loco, pero que no era monje, pero ella me colgó el teléfono.
He estado meditando sobre esto toda la tarde. Y he decidido que mi amiga en parte tiene la razón. No estoy seguro sobre mi barba, mi aspecto en general ni mi equilibrio mental, pero en realidad me siento como un monje. La pandemia me ha llevado a eso. Llevo ya dos semanas de auto aislamiento aquí en mi celda dentro de este monasterio en que se ha convertido mi casa. No es un encierro total, porque salgo al menos una vez al día a dar una vuelta por el barrio para estirar las piernas y tomar algo de sol. Pero me gusta eso de sentirme como un monje. Y pienso que soy un monje bueno. Digo esto porque ha habido monjes terribles en la vida real y en la literatura, como el albino del libro y la película The Da Vinci Code, El Código Da Vinci. Yo siento que no soy ese tipo de monje malvado. Yo no me auto-flagelo ni le pego golpes ni puñaladas a nadie. Insisto en que soy un monje bondadoso, como el trapense Thomas Merton y el budista Thich Nhat Hanh.
He leído mucho al monje trapense Thomas Merton, un brillante escritor. Siento especialmente una conexión con él por las descripciones que hace en su libro "The Seven Storey Mountain"-"La Montaña de Siete Pisos"- sobre su viaje a Cuba, donde hizo un peregrinaje a la Basilica de la Caridad del Cobre y cuenta haber tenido una epifanía en la Iglesia de San Francisco de Paula en La Habana Vieja.
Al monje budista Thich Nhat Hanh también lo he leído mucho y le agradezco que me hiciera comprender que la rabia es absurda en su libro Anger, cuyo título en español es "La Ira, el dominio del fuego interior."
Los monjes Thomas Merton y Thich Nhat Hanh siempre me han dado una gran paz interior. Y es así que paso estos días de encierro en esta celda de monje mientras pienso que voy a extrañar mucho el corned beef and cabbage
del JohnMartin´s Irish Pub y mientras me sigue creciendo la barba y temo que si continúa la pandemia y David Uribe no abre su barbería en poco tiempo no solo voy a parecerme a Rasputín, sino que voy a lucir como el hermano gemelo de Cousin Itt, un diminuto e hirsuto personaje de un viejo programa de televisión que se llamaba The Addams Family.